Se cumplen cuatro años sin Néstor. Pero no quiero hablar desde el dolor de la ausencia cotidiana, sino de su fibra militante, la cual, sin dudas, es su mejor legado. Porque si algo está claro es que nunca nos dejó: vive en cada derecho humano que visibilizó, en cada jubilado o pensionado que rescató del olvido, en las viviendas que masivamente empezaron a llegar al pueblo argentino, en la ampliación de las redes de agua, saneamiento y gas que impulsó, en las escuelas y universidades que abrió, en la recuperación de las empresas privatizadas, en los derechos que consagró, en el rescate de la verdadera historia de nuestro pueblo, que estaba teñida de sangre por la última dictadura militar. Vive en cada hogar donde instaló una movilidad ascendente y en las miles y miles de medidas de justicia social.
Recuerdo cuando hace poco más de una década, desde Santa Cruz, empezamos a caminar los distintos rincones de nuestra patria, mientras sangraba la desesperanza en millones de argentinos. Muchos habían perdido hasta la capacidad de soñar con tener trabajo.
Trabajo: esa palabra simple pero completa, que está en la base de la dignidad de un pueblo. Recuerdo el dolor de los que no pudieron soportar ver a sus familias caer en la miseria. A los profesionales “changueando” de lo que fuera, y a los jóvenes que no veían ninguna posibilidad de ascenso social. Algunos parecían querer convencernos de que la tierra prometida eran los locales de “todo por dos pesos”, repletos de chucherías fabricadas en otras partes del mundo. Porque ni tornillos se hacían en la Argentina. Neoliberalismo puro que pregonan algunos políticos que hoy cacarean hablando de República, cuando muchos de ellos formaron parte de los grupos de “expertos” que más la atropellaron y destruyeron.
Néstor nos enseñó que el fundamentalismo del mercado no ayuda a nadie, que sus recetas son un veneno inoculado al pueblo. Aprendimos que una parte enorme de lo que se dice del Primer Mundo es marketing, que las crisis por las estafas internacionales dan lugar a burbujas financieras que en mayor o menor medida nos golpean a todos. Entendimos que la memoria es esencial para preservar el presente y construir el futuro.
Por eso quiero que recordemos a Néstor como militante del campo nacional y popular, porque Él se asumió como parte de un proyecto colectivo y así lo lidera.
Porque un militante tiene convicciones que lo llevan a estar dispuesto a trabajar por un ideal que excede su individualidad y trasciende en el bien común. Él, como pocos, comprendió que lo que emergía en nuestro pueblo es lo que realmente importa, y buscó respuestas asumiendo las luchas con compromiso, sin egoísmos y con una entrega profundamente solidaria. Sin miedos, profundizando la libertad y la democracia, evitando la dependencia de los intereses concentrados (sean de adentro o de afuera) porque, como dijo Evita, “no hay fuerza capaz de doblegar a un pueblo que tiene conciencia de sus derechos”.
Néstor, el militante popular, siempre buscó para su país el acceso a la igualdad de oportunidades y se indignó por las injusticias. Luchó sin dar lugar a la especulación ni a las prebendas de la vieja politiquería. Néstor, como lo hizo Evita, despertó conciencias en la conquista de derechos.
Por eso ningún militante puede ser débil ni claudicar ante las adversidades y ataques que sufre un pueblo. Desde la entrega y el coraje, debe siempre ayudar a esclarecer cuáles son los intereses que abrigan y defienden aquellos que imponen actitudes desmoralizantes. El fuego y la pasión del cambio permanente son su alimento y brújula. No debe perder ni la sensibilidad ni la alegría que lo han llevado a participar de un proyecto colectivo, porque militar es también soñar, es ir contra lo rutinario; es nutrirse de una fuerte conciencia social para formular utopías y buscar caminos para conquistarlas. Es ir contra el orden preestablecido de sistemas que agobian al pueblo y limitan su creatividad.
Un militante comparte sacrificios y luchas populares, está en la vida cotidiana y se proyecta en esa juventud que volvió en esta década a irrumpir en las calles y los territorios. En los ’70 la Juventud, junto a otros, fue en busca del General. Néstor a partir del 2003 fue en busca de la Juventud. Extrañas paradojas de la historia política, que definen al pueblo como el gran transformador.
Imposible apagar tanto fuego.