Por Fabián Curotto
Faltando un año para las elecciones presidenciales de 2011 parece, por la escalada de agresividad, que ya comenzó la contienda electoral. Al estar bien claro que proyecto de país defiende cada actor en ésta escena no quedan demasiado recovecos para hacerse los distraídos. Pero no deja de ser un clima demasiado hostil para los que apostamos por la permanencia y profundización del modelo socio-productivo que propone el actual gobierno nacional. Al ver que se achican sus injerencias directas sobre las decisiones económicas, los grupos hegemónicos que históricamente ostentaron el control del poder, se revuelcan de rabia sobre nosotros. Esos grupos elegían, y no figurativamente, quien debía ser el ministro de economía hasta hace pocos años. Que esos grupos que ven acotado o menguado su grado de decisión sobre cuestiones de estado se pongan a la defensiva es hasta lógico. Pero lo absurdo, y hasta decepcionante, es que ciudadanos comunes que por tradición han sido menospreciados y subvalorados por mencionadas corporaciones se pongan en la vanguardia de la defensa de sus mezquinos intereses, como si esos intereses fuesen consonantes en algo con la esencia de la democracia, la participación popular o cosa por el estilo. Esos serviles autómatas replican el odio de los empresarios neoliberales, o de los ahora politizados mega exportadores sojeros, como si formasen parte de esa apátrida oligarquía. La identificación de clase, ya que ni por lejos es pertenencia, suele dar muestras de una distorsión en la percepción real, propuesta compulsivamente por quienes los ha utilizado en su beneficio durante años. Y evidentemente, ya de otro modo, como tropa propia, los sigue utilizando.
Habla esa nerviosa tropa, adoctrinada a través de titulares de diarios tendenciosos y de canales de cable pertenecientes a grupos que son dueños también de canales de aire y de las radios que escuchan, de un modo uniforme y agresivo al mismo tiempo. Casi todos fuimos idiotas útiles durante los años de gobierno neoliberal, pero ellos siguen fieles a ese rol utilitario, atentos a la posibilidad de destruir al gobierno que fue elegido y es apoyado por gran parte de la población. Y no les importa si en ese deseo de destrucción del gobierno terminan dañando en mucho al estado.
Doy un ejemplo reciente: la primer mandataria, Cristina Fernández, al hacer públicos los documentos que hablan sobre la posibilidad de que Papel Prensa (el monopolio que desde hace mas de treinta años maneja con alevosamente interesado criterio la provisión de papel para periódicos) haya obtenido su veña para operar de un modo nefasto (torturas físicas y psicológicas a los anteriores dueños para poder expropiar la empresa) y envió la investigación de lo ocurrido al ámbito de la justicia, como corresponde, y al ámbito del poder legislativo todo lo que pueda hacerse de aquí en mas, en cuanto a la posibilidad de desestructurar o supervisar mas eficazmente dicho monopolio. Vale decir: el pasado se envía a la justicia y el futuro al legislativo.
Que las empresas que tienen intereses se indignen con la medida e intenten malograrla incluso con mentiras era lo esperable, pero que ciudadanos comunes sientan que ese acto de justicia es un avance contra la libertad de expresión ya es el colmo del absurdo. Tal efecto sólo es posible que ocurra mediante el ya mencionado adoctrinamiento, caso contrario, no se entiende.
Como mecanismo de defensa, éste ejercito al servicio de una oposición sin proyectos decentes pues son probados defensores del ajuste y de otorgar al estado un rol pasivo y vergonzante, nos acusa a nosotros también de haber sido afectados por un lavado de cerebro. Esto es estadísticamente poco probable, pues la cantidad de programas abiertamente oficialistas es mínimo al lado de la catarata mediática agresiva opositora. Se aprobó una ley de medios para equilibrar, entre otras cosas, los contenidos informativos, pero aun no está aplicada. Por lo cual, en cuanto a posibilidad de dar nuestra version de los hechos desde los medios de comunicación tradicionales, todavía perdemos por goleada.
Algunos de los que forman parte de esas filas serviles al empresariado ideológicamente están cercanos a lo que conocemos como derecha, pero algunos hasta hace un tiempo se llamaban a si mismos socialistas o progresistas, no pudiendo hacer otra cosa que el ridículo ante tamaña contradicción.
Nosotros, sus odiados, con plena convicción de lo que defendemos desde el campo popular, presentaremos nuestras armas políticas, que no son otras que la existencia real de propuestas a futuro y la profundización de las medidas implementadas hasta ahora. Lo haremos con el entendimiento que otorga la percepción directa de la realidad que nos circunda, concientes de que a las cuentas pendientes es mas fácil saldarlas desde la redistribución y con justicia social. Y lo haremos, por sobre todo, sin la influencia de editoriales escritos por periodistas entregados ciegamente a la defensa de los oscuros intereses de sus patrones, y con nula posibilidad de que puedan tildarnos de cipayos, de traidores a la causa popular o de alguna aberración por el estilo.
Que a la cacerola la golpee la servidumbre; la oligarquía no está para esas cosas!