Un dia como hoy nacía Manuel Dorrego, para no
morir !
Un héroe popular que tambien cayó bajo las balas de la
oligarquía... despues nos vienen a vender desde una hegemonía mediatica
funcional al coloniaje que es ahora cuando se propician divisiones...
HIPÓCRITAS !! El sueño de una Patria Liberada siempre necesitó de
compromisos y definiciones firmes, y siempre contó con traidores. Nada nuevo bajo el sol, pero el sol sigue asomando.
A continuacion comparto un texto de Hernán Brienza, autor del libro "El Loco Dorrego"
Le decían "el loco", por sus irreverencias militares que enfurecían a San
Martín y Belgrano. Pero desde el gobierno intentó aplicar un muy cuerdo
plan de desarrollo productivo y organización nacional. Tocó intereses que
explican el tamaño y la saña final de sus enemigos.
Manuel Dorrego, nacido el 11 de junio de 1787 y fusilado 41 años después
por Juan Galo de Lavalle, fue revolucionario en Santiago de Chile, soldado
y eficaz coronel del Ejército del Norte, exiliado político, periodista –fundador
del diario El Tribuno–, legislador nacional y gobernador de la provincia
de Buenos Aires. Vehemente, díscolo, insubordinado, apasionado, pagó con
su muerte los aciertos de su vida política: haberse mantenido fiel al pensamiento
republicano y democrático y, sobre todo, haber sido el primer líder popular
de la Argentina. Sin embargo, en comparación con su grandeza, es el gran
olvidado de la historia nacional.
"Jacobino y liberalísimo", como lo definió José Ingenieros en su libro La
evolución de las ideas argentinas, es heredero de la línea fundada por Mariano
Moreno y profundizada por Bernardo de Monteagudo tras las jornadas de Mayo
de 1810. Es, también, un caso singular: republicano y federal, ilustrado
y popular, porteño y bolivariano, liberal pero nacionalista, Dorrego.
El "loco"
Manuel Críspulo Bernabé –tal era su nombre completo– fue el quinto y ultimo
hijo de una próspera y comercial familia de portugueses, lo que significaba
en la Buenos Aires colonial poco menos que un enemigo de la corona española.
Dorrego estudiaba Derecho en Santiago de C hile cuando lo sorprendió la
Revolución de Mayo, por eso no participó del proceso en su ciudad natal,
pero sí tuvo una destacada participación en el alzamiento trasandino de
junio.
Fue el primer patriota que cruzó la Cordillera de los Andes a cargo de un
ejército. Lo hizo en 1811, seis años antes que José de San Martín, sólo
que en sentido inverso, desde Chile a la Argentina, con tres contingentes
de 300 hombres por vez.
Durante los años siguientes, Dorrego fue
coronel del ejército del Alto Perú, bajo las órdenes de Manuel Belgrano,
y con su valiente accionar al mando de los Cazadores –la tropa de elite–
se obtuvieron las victorias de Tucumán y Salta, definitivas para consolidar
el poder de la Primera Junta. Enseguida, fue sancionado por alentar a que
dos soldados se batieran a duelo. Quedó confinado en Jujuy, mientras ocurrían
los desastres de Vilcapugio y Ayohuma, derrotas que –según Belgrano– no
se habrían producido si Dorrego hubiera estado al mando de los Cazadores.
Cuando San Martín se presentó ante Belgrano para reemplazarlo se produjo
uno de los hechos más insólitos de la historia militar argentina. En una
ronda de unificación de voces de mando, Dorrego se burló de la voz finita
de Belgrano y fue separado definitivamente de ese ejército. Ya se lo conocía
entre la tropa como "El loco Dorrego".
Hasta 1816, por recomendación de San Martín que encontraba así un punto
de equilibrio salvaguardando la autoridad de Belgrano sin prescindir de
Dorrego en la lucha por la independencia, participó de las batallas en la
Mesopotamia contra las fuerzas artiguistas. Pero cuando averigua que el
director supremo Juan Martín de Pueyrredón había negociado con el Imperio
del Brasil la entrega de la Banda Oriental para sacarse de encima a Artigas
y al mismo tiempo trasladar recursos de esa guerra al cruce de los Andes,
Dorrego prepara la defensa uruguaya. Pueyrredón ordenó apresarlo y desterrarlo
a Baltimore, Estados Unidos. En pleno viaje, el barco es asaltado por piratas
y a punto estuvo de ser fusilado cuando la nave fue detenida en Jamaica.
Pudo explicar a tiempo que era doble prisionero: del poder de Buenos Aires
y de los bucaneros.
En Norteamérica, se enamora de las ideas federales y cuando regresa a Buenos
Aires, en 1820, ya no es un jovencito díscolo: es todo un hombre político.
El cuerdo
En esta segunda etapa de su vida, Dorrego enfrentó desde la prensa y la
Legislatura a los unitarios cuyo hombre fuerte era Bernardino Rivadavia.
Desde su banca abogó por el voto popular, libre y sin coacciones y la extensión
del sufragio a todos los sectores de la sociedad, incluso para los humildes
que tenían vedado el acceso a los derechos políticos, por ejemplo, los jornaleros
o los empleados domésticos.
Quizás el discurso más interesante que dio fue el del 29 de septiembre de
1826. Ese día delineó su proyecto de un país federal sostenido en economías
regionales viables con mayor racionalidad que el centralismo unitario basado
en la especulación financiera y aduanera. Dorrego buscar germinar la idea
de una gran federación republicana que incluyera no sólo a la Banda Oriental
sino también a los estados del sur de Brasil –los actuales departamentos
de Río Grande, San Pablo y Porto Alegre–, al Paraguay y al territorio de
Bolivia, independizado en 1826 gracias a la desidia de los rivadavianos.
Y completa el trípode doctrinario abogando por un republicanismo no elitista,
basado en la legitimidad popular: "No sé que se pueda presentar el ejemplo
de un país, que constituido bien bajo el sistema federal, haya pasado jamás
a la arbitrariedad y al despotismo; más bien me parece que el paso naturalmente
inmediato es del sistema de unidades al absolutismo…".
Caído Rivadavia en 1826, tras la deshonrosa paz firmada con el Brasil, y
disuelto ya el fraudulento proceso de constitucionalización de la República,
Dorrego asumió el gobierno de la provincia de Buenos Aires.
Hay que descifrar las claves de su gestión para entender el tamaño y la
saña final de sus enemigos. Acusó de "aristocracia mercantilista" a las
autoridades del Banco Nacional, que entonces era el centro del poder económico.
Los créditos de esa banca, dominada por intereses británicos, habían engendrado
la monstruosa deuda externa de 13.100.795 pesos, que sólo era de un millón
al comienzo del gobierno de Rivadavia. Muy poca de esa plata podía verse
en obras y mucha en renegociación de deuda y comisiones de intermediarios.
Dorrego apuntó a un empréstito interno, con la plata de los sectores productivos
–no especulativos– y a una tasa reducida que limitara la usura. Envió a
la Legislatura en 1828 –año de su fusilamiento– un proyecto para transformar
el Banco Nacional en Banco de la Provincia de Buenos Aires, con capitales
de comerciantes y hacendados locales, que pusiera esa entidad al servicio
de un proyecto nacional. Sancionó la ley de curso forzoso con inconvertibilidad
de la moneda en metálico para detener la estruendosa fuga de capitales –episodio
final de todas las experiencias de economía liberal en estos 200 años patrios–,
en este caso de plata que se escurría en buques de bandera inglesa.
Pero Dorrego tuvo que gobernar con una bomba de tiempo que le había dejado
el gobierno rivadaviano: una fabulosa inflación ocasionada por la devaluación
del peso respecto de la libra por la sobreemisión de billetes realizadas
por el Banco Nacional que a su vez lo ahogaba restringiéndole créditos.
El representante de la corona británica, Lord Ponsonby, advirtió que las
potencias europeas podían invadir la Provincias Unidas. Tras un año y medio
de gestión, Dorrego también estaba políticamente débil. Traicionado por
sus embajadores, y obligado a firmar la paz con el Brasil, la suerte estaba
echada. Cuando las experimentadas tropas del ejército regular volvieron
de la Banda Oriental, el golpe de Estado se olía en el aire. La noche del
30 de noviembre, en una tenida masónica, los unitarios decidieron derrocar
al gobierno legal y legítimo y fusilar a Dorrego. El encargado de llevar
adelante el plan era Lavalle.
A la mañana siguiente, las tropas realizaban
el primer golpe de Estado de la historia argentina. Dorrego pidió ayuda
militar a Juan Manuel de Rosas, jefe de las fuerzas de la campaña. Y combatió
el 9 de diciembre en los campos de Navarro. Quince minutos le bastaron a
los experimentados coraceros de Lavalle para poner en fuga al improvisado
ejército de gauchos e indios que habían podido reunir los federales. Días
después, Dorrego fue apresado y conducido hasta la estancia de Navarro donde
lo esperaba Lavalle.
Era el mediodía del 13 de diciembre de 1828. Lavalle
ya había firmado la sentencia de muerte, a instancia de Salvador María del
Carril y los hermanos Varela. Dorrego tenía apenas un par de horas para
despedirse de su mujer, Ángela Baudrix, y sus hijas. Minutos después de
la 14 fue llevado al patíbulo. Una escena conmovedora se produjo en ese
lugar: Gregorio Aráoz de Lamadrid y Dorrego –enemigos políticos pero compadres–
intercambiaron chaquetas militares. Dorrego murió con la casaca unitaria
y Lamadrid cargaba la camisa federal.
Su asesinato cambió los códigos de
la política criolla del siglo XIX. Después de esa descarga de fusilería
ya nada volvería a ser igual: comenzaba la larga guerra civil que ensangrentó
durante cuarenta años la historia argentina.
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