Se lo recuerda como el bombardeo a Plaza de Mayo, pero mas allá de ser la plaza mas significativa de nuestra historia, el bombardeado y ametrallado fue nuestro pueblo. Y entre las víctimas hubo muchos peronistas, pero también muchísimos transeúntes ocasionales, pues uno de los objetivos era sembrar el terror para hacer tambalear el orden institucional.
Lo que buscaban iba más allá de "matar a Perón", por eso la cosa fue tan inhumana: les molestaba el peronismo, las reivindicaciones y los logros de dicho movimiento, además de su líder.
Tragicamente, y de modo vergonzoso, fue el bautismo de fuego de "nuestra" aviación militar y naval.
Y en las alas de aquellos aviones, habían escrito "Cristo Vence"
El odio reaccionario de la oligarquía no necesita de excusas para asesinar; dos décadas después intentarían argumentar sus crímenes con el dato de la presencia de focos guerrilleros en el país.
Pero no nos dejemos engañar por las palabras de algunos liberales que intentan exculpar verdugos, el odio anti popular no necesita de excusas para masacrar. De hecho en el '55 no había grupos guerrilleros ni nada parecido, menos aún en ese horario y en pleno centro porteño, pero lo hicieron igual. Tranvías con obreros y estudiantes, niños, vecinos... blancos elegidos deliberadamente, además de la Casa de Gobierno. Y aquellos terroristas fueron convalidados por actores políticos y por medios de comunicación que osaban auto proclamarse democráticos. Prohibido olvidar.
Comparto una nota aparecida hoy en notinac.com.ar
Hoy recordamos el 60º aniversario del Bombardeo a Plaza de Mayo
Una página negra en nuestra historia argentina se escribió el 16 de junio de 1955, fecha de la que hoy se cumplen 60 años. Era mediodía en Buenos Aires. En la Plaza de Mayo y sus alrededores, la actividad ciudadana era muy intensa. Pero a las 12:40hs., sorpresivamente, un avión de la Armada deja caer una bomba de 100 kilos. Tras él, 27 aviones más arrojaron sin piedad sobre el pueblo indefenso bombas de 50 kilos y atacaron salvajemente con fuego de metralla.
La gente corría despavorida sin saber para donde ir. Fuego, sangre, muertes, explosiones, columnas de humo, caos. Una de las bombas cayó en el techo de la Casa Rosada, otra sobre un trolebús donde murieron todos sus pasajeros.
¡Maten a Perón! era la consigna. Para alcanzar tan cobarde objetivo los criminales se ensañaron con la Plaza, la Avenida de Mayo, la CGT, el Ministerio de Guerra, el Departamento de Policía, el ex Palacio Unzué donde hoy funciona la Biblioteca Nacional y todas las calles de los alrededores.
Cientos de muertos inocentes, miles de heridos, personas con lesiones permanentes, otras tantas con secuelas psicológicas por el horror vivido, fue el resultado del ataque de la salvaje agresión que arrojó casi 100 bombas, alrededor de 10 toneladas de explosivos en menos de tres horas y luego huyeron hacia Uruguay pidiendo asilo político. No sólo querían matar a Perón, sino también crear terror en el pueblo.
No pudieron matarlo pero lo hirieron profundamente, atacaron a su pueblo, derramaron su sangre. “Ni un sólo obrero debe ir a la Plaza de Mayo” ordenó, “estos asesinos no vacilarán en tirar contra ellos”. Los obreros salieron igual, al grito de ¡Perón, Perón! y muchos fueron masacrados desde el aire.
El 16 de junio de 1955 marca un antes y un después en nuestra historia, porque fue el comienzo de la instauración del terror. Tres meses después Perón fue depuesto por la llamada Revolución Libertadora, conocida como “la fusiladora”. Los posteriores e inmediatos fusilamientos, asesinatos, encarcelamientos y persecuciones para terminar con todo vestigio y resistencia peronista, continuarían años más tarde con la aplicación de la Doctrina de Seguridad Nacional dictada desde Estados Unidos que dio lugar al más sangriento y cruel proceso cívico-militar de la historia argentina y latinoamericana que comenzó el 24 de marzo de 1976 y que dejó como resultado miles de muertos, torturados, encarcelados y 30.000 desaparecidos.
El bombardeo a la Plaza de Mayo, el intento de matar al General Perón, la muerte de tantos inocentes son una muestra de lo que no debemos permitir que se repita jamás en nuestra nación.
La gente corría despavorida sin saber para donde ir. Fuego, sangre, muertes, explosiones, columnas de humo, caos. Una de las bombas cayó en el techo de la Casa Rosada, otra sobre un trolebús donde murieron todos sus pasajeros.
¡Maten a Perón! era la consigna. Para alcanzar tan cobarde objetivo los criminales se ensañaron con la Plaza, la Avenida de Mayo, la CGT, el Ministerio de Guerra, el Departamento de Policía, el ex Palacio Unzué donde hoy funciona la Biblioteca Nacional y todas las calles de los alrededores.
Cientos de muertos inocentes, miles de heridos, personas con lesiones permanentes, otras tantas con secuelas psicológicas por el horror vivido, fue el resultado del ataque de la salvaje agresión que arrojó casi 100 bombas, alrededor de 10 toneladas de explosivos en menos de tres horas y luego huyeron hacia Uruguay pidiendo asilo político. No sólo querían matar a Perón, sino también crear terror en el pueblo.
No pudieron matarlo pero lo hirieron profundamente, atacaron a su pueblo, derramaron su sangre. “Ni un sólo obrero debe ir a la Plaza de Mayo” ordenó, “estos asesinos no vacilarán en tirar contra ellos”. Los obreros salieron igual, al grito de ¡Perón, Perón! y muchos fueron masacrados desde el aire.
El 16 de junio de 1955 marca un antes y un después en nuestra historia, porque fue el comienzo de la instauración del terror. Tres meses después Perón fue depuesto por la llamada Revolución Libertadora, conocida como “la fusiladora”. Los posteriores e inmediatos fusilamientos, asesinatos, encarcelamientos y persecuciones para terminar con todo vestigio y resistencia peronista, continuarían años más tarde con la aplicación de la Doctrina de Seguridad Nacional dictada desde Estados Unidos que dio lugar al más sangriento y cruel proceso cívico-militar de la historia argentina y latinoamericana que comenzó el 24 de marzo de 1976 y que dejó como resultado miles de muertos, torturados, encarcelados y 30.000 desaparecidos.
El bombardeo a la Plaza de Mayo, el intento de matar al General Perón, la muerte de tantos inocentes son una muestra de lo que no debemos permitir que se repita jamás en nuestra nación.
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