jueves, 29 de septiembre de 2016

Ante la inminente visita del golpista Temer a nuestro país

Solicitada de repudio a la visita de Michel Temer a la Argentina

¡Fuera, Temer!

El ilegítimo Michel Temer no puede recibir otra cosa que el repudio del pueblo argentino y latinoamericano. Porque llegó al gobierno de manera ilegal, después de un juicio político completamente fraudulento contra Dilma Rousseff, lleno de vicios de procedimiento y nulo en lo que concierne a su mérito, sólo respaldado por diputados y senadores que, ante la complicidad del Supremo Tribunal Federal, se burlaron de la voluntad de más de 54 millones de brasileños que hace menos de dos años han elegido a su presidenta.

¡Fuera, Temer!

Michel Temer es un gobernante sin votos. Es el representante del capital financiero, de los intereses concentrados, de los medios de comunicación hegemónicos, de las grandes potencias occidentales. Es el representante de quienes vienen a imponer, sin ninguna legitimidad de origen ni de ejercicio, un programa neoliberal de pérdida de derechos de las mayorías, de retrocesos en materia de derechos, de concentración de la riqueza, de pérdida de soberanía sobre los recursos estratégicos de Brasil y de sumisión a los intereses geopolíticos foráneos.

¡Fuera, Temer!

El golpe a Dilma Rousseff no es sólo un golpe a la democracia, es un golpe a los programas sociales impulsados en los gobiernos del Partido de los Trabajadores y reconocidos en todo el mundo. Es un golpe a la dignidad de los trabajadores y al lugar que pudieron construir los sectores populares en la vida brasileña. Es también un golpe a nuestra Patria Grande, a nuestro destino latinoamericanista, a un proyecto democrático, igualitario, soberano e independiente de región.

¡Fuera, Temer!

Michel Temer ha sido muy claro: los derechos económicos, sociales y culturales reconocidos en la Constitución brasileña de 1988 –el pacto social de la redemocratización– deben ser anulados, el presupuesto nacional debe ser congelado por 20 años para financiar el rentismo financiero y la concentración del ingreso, Petrobrás y el presal deben ser privatizados, el patrimonio público y los recursos estratégicos deben ser entregados y la política externa altiva y activa de Brasil debe ser neutralizada.

¡Fuera, Temer!

Para la ejecución de su programa de retrocesos sociales, políticos y económicos, Michel Temer cuenta con el apoyo y reconocimiento automático del gobierno de Mauricio Macri, que se alía con los golpistas brasileños en el afán de debilitar nuestras instituciones regionales y desmantelar las bases de un proyecto de desarrollo regional autónomo.
Por eso no daremos ni un paso atrás en la denuncia del golpe. Por solidaridad con el pueblo brasileño, ¡fuera golpistas de América Latina!

¡Fuera, Temer!


(esta solicitada ya cuenta con gran cantidad de firmas en adhesión, tanto de organizaciones políticas y sociales, como de personalidades de diferentes ámbitos)

martes, 13 de septiembre de 2016

“Odio a los indiferentes” de Antonio Gramsci

Quiero  compartir con todos estas palabras de Gramsci que parecen escritas hoy. Por necesarias, por vigentes. Recuerdo haber asistido a un curso formativo -exactamente en 1990- en donde un día se nos dijo "todo saber implica compromiso". Uno no puede enterarse de algo profundo y, sistemáticamente, hacer como si no se hubiese enterado, salvo que se adhiera fervientemente a la hipocresía. O a lo grisáceo de la tibieza insípida, que no deja mas huella que la vergüenza. El conocimiento implica responsabilidad. 
Quien no sepa de la injusticia de un sistema, quien no se haya enterado de un crimen social, puede distraerse de absolutamente todo, pero quien descubre y ni siquiera señala, avala deliberadamente. 
Ante la comprobación plena de una injusticia sistémica uno puede reaccionar de diferentes formas: lo que no puede hacer es dejar de reaccionar o accionar de algún modo. ya sea con un compromiso político profundo y revolucionario, ya sea con una sencilla mirada particular condenatoria o crítica. Pero el desentenderse, el mirar para otro lado, es de cobarde o de cómplice.
Va el texto de Gramsci, de título provocativo. Una cachetada, eso trataba de darle Gramsci a quienes tienen todos los elementos para despertarse y no terminan de hacerlo.

                                                                                                    F.C.


“Odio a los indiferentes”

Odio a los indiferentes. Creo que vivir quiere decir tomar partido. Quien verdaderamente vive, no puede dejar de ser ciudadano y partisano. La indiferencia y la abulia son parasitismo, son cobardía, no vida. Por eso odio a los indiferentes.

La indiferencia es el peso muerto de la historia. La indiferencia opera potentemente en la historia. Opera pasivamente, pero opera. Es la fatalidad; aquello con que no se puede contar. Tuerce programas, y arruina los planes mejor concebidos. Es la materia bruta desbaratadora de la inteligencia. Lo que sucede, el mal que se abate sobre todos, acontece porque la masa de los hombres abdica de su voluntad, permite la promulgación de leyes, que sólo la revuelta podrá derogar; consiente el acceso al poder de hombres, que sólo un amotinamiento conseguirá luego derrocar. La masa ignora por despreocupación; y entonces parece cosa de la fatalidad que todo y a todos atropella: al que consiente, lo mismo que al que disiente, al que sabía, lo mismo que al que no sabía, al activo, lo mismo que al indiferente. Algunos lloriquean piadosamente, otros blasfeman obscenamente, pero nadie o muy pocos se preguntan: ¿si hubiera tratado de hacer valer mi voluntad, habría pasado lo que ha pasado?

Odio a los indiferentes también por esto: porque me fastidia su lloriqueo de eternos inocentes. Pido cuentas a cada uno de ellos: cómo han acometido la tarea que la vida les ha puesto y les pone diariamente, qué han hecho, y especialmente, qué no han hecho. Y me siento en el derecho de ser inexorable y en la obligación de no derrochar mi piedad, de no compartir con ellos mis lágrimas.

Soy partidista, estoy vivo, siento ya en la conciencia de los de mi parte el pulso de la actividad de la ciudad futura que los de mi parte están construyendo. Y en ella, la cadena social no gravita sobre unos pocos; nada de cuanto en ella sucede es por acaso, ni producto de la fatalidad, sino obra inteligente de los ciudadanos. Nadie en ella está mirando desde la ventana el sacrificio y la sangría de los pocos. Vivo, soy partidista. Por eso odio a quien no toma partido, odio a los indiferentes.

11 de febrero de 1917