Hoy se cumplen 200 años de una Asamblea General Constituyente que tuvo la virtud de poner al ser humano y a la condición igualitaria del mismo entre sus principales ejes.
Que hace dos siglos aquellos compatriotas hayan tenido la lucidéz y valentía de avanzar en temas tales como dictar la libertad de vientres de las esclavas, poner fin al tráfico de esclavos, derogar el servicio personal de los indios, abolir la inquisisión, suprimir la práctica de la tortura -quemando los elementos de tortura en las plazas públicas- y desconocer los títulos de nobleza. Es impactante tomar dimensión de cada una de éstas medidas ubicándolas en aquel contexto.
Hago una leve disgresión que nos lleva a un tema de actualidad, un tema que es trivial por un lado, pero preocupante al mismo tiempo si lo tomamos desde el punto de vista de la batalla cultural que debemos seguir dando.
Esta última semana se difundió ampliamente desde los medios audiovisuales de comunicación, y poniendo acento en el lado mas frívolo de la cuestión, la coronación como reina de una princesa europea, en Holanda. Ante mi perplejidad algunas personas a las que considero de buena fé manifestaban una especie "orgullo nacional" por el hecho que esa reina en ciernes haya nacido en Argentina.
Retomando el punto conquistado en la Asamblea del Año XIII que nos hace, como parte de nuestra identidad, desconocer los títulos de nobleza no puedo menos que expresar mi pesar al entender que quienes festejan los títulos nobiliarios -que son segregacionistas por excelencia y reservorios de discriminación social- no toman dimensión del cambio de época que protagonizamos y del mal recuerdo que acarrean "las coronas" a nuestra región.
No quise dejar de expresar tal cosa, mas allá que como defensor del principio de autodeterminación de los pueblos no hago juicio directo de lo que elija el pueblo holandes, el español o el inglés respecto a lo que hacen con sus reyes y con gran parte de sus fondos públicos, pues son esos pueblos quienes en todo caso deben resolver de un modo u otro sus cuestiones. Pero que un argentino, o cualquier latinoamericano, tome como propias las "buenas nuevas" de un reino europeo debe encendernos alguna alarma respecto a lo que nos falta respecto a concientización sobre historia, pertenencia e identidad.
Y no estoy metiéndome con el árbol familiar, específicamente con el padre de la reina en cuestión, pues ese es un aspecto a poner en la balanza si uno decide hacer una evaluación integral del tema.
Para volver a la Asamblea -hoy bicentenaria- a sus objetivos y a sus logros, es que a continuación adjunto un resumen de un escrito del historiador Felipe Pigna.
Muchos iremos hoy a las cercanías del Cabildo de la Ciudad de Buenos Aires, a conmemorar el hecho histórico, vivando a nuestra Patria.
Fabián Curotto
"Un logro fundamental del Segundo Triunvirato fue la concreción del
Congreso Constituyente, postergado desde 1810. El 24 de octubre de 1812
se convocó a elecciones para diputados a la Asamblea General
Constituyente. El documento decía entre cosas: "España no puede
justificar su conducta en constituirse ante el tribunal de las naciones
imparciales, sin confesar, a pesar suyo, la justicia y santidad de
nuestra causa (...) El eterno cautiverio del señor don Fernando VII ha
hecho desaparecer sus últimos derechos con los postreros deberes y
esperanzas las más ingenuas".
La Asamblea inauguró sus sesiones a fines de enero de 1813 y
se proclamó representante de las Provincias Unidas del Río de la
Plata.
Tenía por objetivos proclamar la independencia y sancionar
una constitución que incluyese la forma republicana de gobierno y la
división de poderes. Lamentablemente, estos postulados no fueron
cumplidos.
Sin embargo, la obra de la Asamblea fue importante
porque se convirtió en una especie de declaración de principios que
sirvió de antecedente en los futuros proyectos constitucionales.
Si bien ya se habían suscitado problemas entre el caudillo
de la Banda Oriental, José Gervasio Artigas, y las autoridades de
Buenos Aires, durante la reunión de la Asamblea se produjo un nuevo
distanciamiento entre ambos por el rechazo de los diputados orientales.
La Asamblea del Año XIII, presidida por Alvear, temía que
la incorporación de los artiguistas produjera una virtual alianza entre
el caudillo oriental y San Martín para apurar una declaración de
independencia, en contra de los intereses del grupo alvearista.
Los representantes de Artigas traían instrucciones muy
precisas, que no eran del agrado de la clase dirigente porteña:
Inmediata declaración de Independencia; constitución republicana;
gobierno central con respeto a las autonomías provinciales y el
establecimiento de la capital fuera de Buenos Aires.
Las elites porteñas temían que la influencia del caudillo
oriental se extendiera al resto de las provincias. Veían en la acción
de Artigas un peligroso ejemplo que propugnaba un serio cambio social.
El reparto de tierras y ganado entre los sectores
desposeídos concretado por Artigas en la Banda Oriental bien podía
trasladarse a la otra margen del plata y poner en juego la base de su
poder económico.
La Asamblea del Año XIII aprobó el uso de los símbolos
patrios desechados por el Primer Triunvirato como la bandera, la
escarapela, el escudo y el himno nacional que proponía: "coronados de
gloria vivamos o juremos con gloria morir."
En lo social, la Asamblea declaró libres a los hijos de
los esclavos; suprimió la mita y el yanaconazgo; abolió los títulos de
nobleza; prohibió y mandó a destruir los instrumentos de tortura.
La Asamblea se ocupaba de la salud de sus habitantes:
"4 de Agosto. La Asamblea General declara que ‘habiendo conocido con
dolor y perjuicio de la población que la multitud de infantes que
perecen luego de nacidos del mal vulgarmente llamado de «los siete
días», un espasmo que entre otras cosas se origina por el agua fría con
que son bautizados; y habiendo oído al efecto a los profesores
ilustrados en la materia; resuelve que no se bautice en pueblo alguno de
los comprendidos en el territorio de las Provincias Unidas sino con
agua templada en cualquiera de las estaciones del año; y a efecto de
ocurrir por todos los medios posibles a reparar los males consiguientes
con que son tratados los infantes al nacer, y luego de nacidos por las
primeras manos a que deben su socorro, se reencarna muy
particularmente al Supremo Poder Ejecutivo la vigilancia del
cumplimiento de la ley’”.
Mientras sesionaba la Asamblea, se produjo en Europa la
derrota de Napoleón. El consecuente retorno de Fernando VII al trono
español complicó las cosas. El primer mensaje de Fernando VII a los
revolucionarios americanos fue contundente: América era una colonia
española y las juntas que gobernaban en su nombre habían caducado.
Estaba claro que el rey intentaría por todos los medios reconquistar
estos territorios.
Con la excusa de la amenaza exterior, la Asamblea,
dominada por Alvear, dio un paso más en la concentración del poder:
creó un poder ejecutivo unipersonal, el Directorio."
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