Hace horas hemos, muchos de nosotros, reflexionado una vez mas sobre las implicancias históricas de aquel 12 de Octubre de 1492, fecha del inicio de la invasión europea sobre el territorio que hoy conocemos como América. El asesinato y el saqueo de los usurpadores fueron regla en aquella conquista colonizadora.
Despues, mucho despues, comenzaron a tomar cuerpo las intenciones independentistas. Pero a pesar de ello se habían naturalizado algunas miradas sobre los habitantes originarios de éstas tierras, por lo cual los vínculos de sometimiento con España se rompían, pero muchas de los prejuicios e ideas de esa Europa Imperialista seguían vivas -como siguen vivas aún hoy por estas latitudes- en la ideología de muchos que ya se llamaban argentinos, mientras no dejaban de ser meros monigotes del neocolonialismo.
La idea de la supremacía blanca por sobre los "indios" e incluso sobre los gauchos estaba institucionalizada.
Y fueron consecuentes en sus actos criminales algunos liberales que terminaron siendo presidentes de nuestro país en la segunda mitad del Siglo XIX. Por caso Domingo Faustino Sarmiento, gran impulsor de lo que terminara siendo la denominada Conquista del Desierto, ese genocidio con finalidad terrateniente, forjador de oligarquías antipopulares.
Ya Mitre habiá incursionado en éste sentido, con algunos resultados desastrosos para el ejército "argentino", como la Batalla de Sierra Chica, en la provincia de Buenos Aires.
Veamos como fué aquello, en el siguiente texto (1) :
"Mitre salió de Buenos Aires el 27 de mayo de 1855. Hizo una marcha de flanco juzgada como perfecta por los analistas. Llegó
a la Sierra Grande Tapalqué el día 28, donde se ocultó con la intención
de sorprender al enemigo, que suponía ubicado a unos 20 kilómetros de
distancia.
Cuando
llegó la noche del 29 siguió avanzando creyendo que caería sobre el
enemigo al amanecer, pero cuando aclaró el día 30, golpeó en el vacío:
sus vaqueanos habían errado el cálculo. Las tolderías estaban más lejos. Esta maniobra previno a los indios. Los de Catriel se sumaron a los de Cachua, que fueron concentrándose a orillas del Arroyo Sauce.
La
lectura del propio parte de Mitre revela que la conducción flaqueaba,
que la indisciplina era corriente, y que un triunfo podía trocarse en
derrota, tan pronto como se descuidasen los comandos.
Mitre mandó a dos escuadrones de Coraceros desplegarse en línea oblicua. Pero las milicias, sin habérselo ordenado, hicieron lo mismo. La Infantería quedó, entonces, a retaguardia. El terreno era inadecuado para la maniobra. Mitre cambió el plan y ordenó entonces el ataque sobre las tolderías, para arrebatarles cerca de un millar de caballos.
Indios amigos cargaron, pero la confusión que reinaba en la tropa prometió un triunfo demasiado fácil. La caballada indígena fue capturada, pero el desplazamiento indisciplinado de otros grupos desorganizó el cuadro de milicias. En esta confusión, las compañías de la vanguardia cristiana penetraron profundamente en el terreno enemigo. Los indios huían despavoridos. Los
soldados entonces entraron a saquear los toldos , desoyendo los
urgentes llamados del Trompa de Ordenes, que convocaba a reunión.
En los continuos y confusos desplazamientos de las tropas, 60 soldados vinieron a quedar aislados. Para salvarlos hubo que hacer dos cargas, que provocaron muertos y heridos entre los blancos. La situación había cambiado por completo: ahora eran amenazadas las caballadas cristianas.
Los
indios, reagrupados y concentrados, lanzaron un ataque sobre la
izquierda de Mitre, y aunque ésta recibió con entereza el choque, luego
se dio a la fuga, mientras quedaban tras de sí muertos y heridos. La huida de estas fuerzas arrastró a todos los escuadrones. Aquello era un desorden lamentable. La
Infantería, que había sido penosamente formada en cuadro para resistir
una nueva embestida india, fue desarticulada por los fugitivos. No
obstante, pudo rehacerse, y rompió un fuego cerrado sobre las huestes
pampas. Los indios se acercaron a pesar de ello a vente pasos y llegaron a arrojar bolas perdidas, pero debieron retirarse.
El estruendo de la fusilería espantó a la caballada indígena recién capturada. Y en el pánico arrastró a la de los cristianos, de modo que lo que quería evitarse se produjo. Y las tropas al mando de Mitre quedaron a pie. Era lo peor que podía pasarles: la evidencia de una tremenda derrota…
Mitre evaluó la situación del campo. Los indios habían vencido. Había
que salvar la situación ahora, rescatar lo que quedara de las fuerzas,
acudir al ingenio y al sigilo, para reparar siquiera en parte, lo que el
desorden, la indisciplina y la ineptitud de su mando habían destrozado
en contados momentos.
Lentamente
pudo restablecer los cuadros. Luego, desalojaron al enemigo de una
pequeña elevación, y se instalaron allí, suficientemente fortificados. En el centro colocó las caballadas que pudieron rescatarse. Los heridos comenzaron a ser atendidos. Y se dispusieron a esperar la noche, mientras pelotones aislados de indios libraban escaramuzas en las cercanías del campamento.
Los “bomberos” de las tropas de Buenos Aires descubrieron que los indios iban concentrándose sigilosamente. Quizá
tan pronto como rompiera el amanecer iban a descargar su ataque
decisivo, para exterminar por completo a las fuerzas blancas. Mitre esperaba la incorporación de la Primera División del Centro, al mando del coronel Laureano Díaz. Oía sus cañonazos reiteradas veces. Pero luego el fuego de artillería cesó, y no halló respuesta a sus propios disparos de llamada.
Pero cuando llegó el día el ataque no se produjo. El cerco de lanzas aparecía prácticamente cerrado. Cincuenta mil cabezas de ganado fruto de su robo, pacían tranquilamente en las cercanías. Los blancos debían comer carne de yegua y buscar febrilmente los manantiales que brotaban de las sierras para beber.
Mitre siguió aguardando inútilmente el apoyo de la Primera División. Un
movimiento en el horizonte le hizo abrigar la esperanza de que llegaba,
pero cuando al caer la tarde, regresaron sus “bomberos”, se anotició de
la triste realidad: era Calfucurá que venía con sus tropas para
reforzar el ataque final contra las fuerzas de Buenos Aires. Con las tropas porteñas cercadas y desmoralizadas, ahora la retirada era inevitable. Esa debió ser una triste noche para el entonces coronel Bartolomé Mitre. Las
50 mil vacas, con sus colas respectivas, que tan arrogantemente había
prometido devolver, quedarían allí, sin rescate posible…
Había que acudir al ingenio para salvarse de una muerte segura. Se usó toda la grasa de potro, derramándola sobre los fogones, para que alimentaran el fuego el mayor tiempo posible. Se dejaron en pie algunas tiendas de campaña. Mil doscientos caballos encerraban el cuadro para dar la ilusión de fuerzas preparadas.
El mayor de los silencios cubrió la retirada. Con las monturas al hombro, y buena parte de la caballería abandonada, la tropa inició una penosa marcha a pie hasta el Azul. Sólo quedaban montados dos escuadrones de caballería, para cubrir cualquier ataque de flanco. Al frente marchaba la Infantería en el centro la Artillería, los heridos y los bagajes. Las caballadas que pudieron traerse marchaban al costado derecho. El batallón 2 de Línea cubría la marcha. No era una huida. Pero era la más lamentable retirada de que hubiera memoria en la antigua lucha del blanco contra el indio de la pampa…"
En ese regreso sin gloria Mitre siguió de inmediato para Buenos Aires, donde fue agasajado por Sarmiento en un banquete, donde el coronel dice: “El desierto es inconquistable”
Mitre
disimuló públicamente esta derrota, aunque en los partes no pudo
ocultar nada, y el 12 de junio le informa a Obligado: “Para ocultar la
vergüenza de nuestra armas he debido decir que la fuerza de Calfucurá
ascendía a 600, aun cuando toda ella no alcanzase a 500; así como he
dicho que la División del Centro no pasaba de 600, aun cuando tuviese
más de 900, dos piezas de artillería y 30 infantes el día que tuvo lugar
su encuentro en el que Calfucurá debió quedar destruido…He dicho
también que por falta de caballos, pero debo declarar a usted
confidencialmente que ese día los tenia regulares…Hasta ahora sabíamos
que era un buen partido un cristiano contra dos indios, pero he aquí que
ha habido quien haya encontrado desventajoso entre dos cristianos
contra un indio.”
Mitre luego de lo ocurrido MENTÏA una vez más, para forjar su tendenciosa historia liberal, todavía dominannte en algunos ámbitos. Parte de la batalla cultural que nos debemos como pueblo.
Pero la intención conquistadora siguió y se transformó en genocidio, ya de la mano de Julio Asesino Roca, y siempre con Sarmiento como ideólogo. La historia de aquella masacre la conocemos, y como fué el reparto de aquellas tierras también, tierra regada de sangre pampa, mapuche y de otras etnias, habitantes naturales de esos territorios.
Algunas citas son esclarecedoras:
"¿Lograremos exterminar los indios? Por los salvajes
de América siento una invencible repugnancia sin poderlo remediar.
Esa canalla no son más que unos indios asquerosos a quienes mandaría
colgar ahora si reapareciesen. Lautaro y Caupolicán son unos indios
piojosos, porque así son todos. Incapaces de progreso, su exterminio
es providencial y útil, sublime y grande. Se los debe exterminar
sin ni siquiera perdonar al pequeño, que tiene ya el odio instintivo
al hombre civilizado." Domingo
Faustino Sarmiento
"Estamos como nación empeñados en una contienda
de razas en que el indígena lleva sobre sí el tremendo anatema de
su desaparición, escrito en nombre de la civilización. Destruyamos,
pues, moralmente esa raza, aniquilemos sus resortes y organización
política, desaparezca su orden de tribus y si es necesario divídase
la familia. Esta raza quebrada y dispersa, acabará por abrazar la
causa de la civilización. Las colonias centrales, la Marina, las
provincias del norte y del litoral sirven de teatro para realizar
este propósito." Julio Argentino
Roca
No todos los mandatarios del Siglo XIX tuvieron ésta mirada hacia nuestro paisanos los indios, pues así supo llamarlos nuestro José de San Martín.
Juan Manuel de Rosas buscó y logró para con varios pueblos originarios otra política, otro acercamiento mas acorde a lo que se espera entre habitantes de un mismo suelo.
Valen estas palabras del cacique pampa Catriel en Tapalqué celebrando la llegada de Rosas al poder en su segundo gobierno “Juan
Manuel es mi amigo. Nunca me ha engañado. Yo y todos mis indios
moriremos por él. Si no hubiera sido por Juan Manuel no viviríamos como
vivimos en fraternidad con los cristianos y entre ellos. Mientras viva
Juan Manuel todos seremos felices y pasaremos una vida tranquila al lado
de nuestras esposas e hijos. Todos los que están aquí pueden atestiguar
que lo que Juan Manuel nos ha dicho y aconsejado ha salido bien…”
Una vez mas, ahora y siempre, podemos elegir de que lado de la historia nos paramos, si del lado de la política, del reconocimiento a las otras culturas o del lado de los usurpadores de siempre, de los generadores de oligarquías, impulsores sistemáticos del odio contra los pueblos.
(1) revisionistas.com.ar
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