Por Alicia Kirchner
Todos sabemos que el 20 de noviembre, aniversario de la Batalla de la Vuelta de Obligado, celebramos el día de la Soberanía Nacional. Quiero recordar y rendir homenaje a los patriotas desconocidos que dieron su vida ese día o resultaron heridos defendiendo su tierra.
Estas fechas no se agotan en un recuerdo hueco; son una invitación a reflexionar y a actualizar en el presente el significado de los sucesos que la historia ha sembrado. Por eso, quiero pensar con ustedes el significado de "Soberanía", para que podamos evaluar desde otra perspectiva el presente histórico, el nuestro. El riesgo de las fechas es la fosilización de la ideología: y en este caso hacernos creer que sólo era posible pensar en peleas por la Soberanía en los tiempos en que Lucio Norberto Mansilla comandó la resistencia ante los ingleses y franceses. Percibir a los acontecimientos aislados nos impide ver la complejidad de la historia, porque con las civilizaciones cambian los modos y los ámbitos pero los conflictos siguen latentes o adquieren nuevas formas, a veces más silenciosas y menos evidentes que una batalla a cañonazos.
Los argentinos coincidimos en destacar el coraje de aquellos patriotas, y está muy bien tener coincidencias desde las cuales construir nuestra identidad. Pero, lamentablemente, no existe la misma perspectiva cuando los hechos son cercanos en el tiempo o, directamente, contemporáneos. Porque en otros ámbitos y con otras armas, hoy se siguen librando batallas que tienen que ver con la Soberanía.
En distintos foros internacionales todo el arco político y social coincide con el reclamo sobre la ocupación colonial de nuestras Islas Malvinas, pidiendo que se reconozca y respete nuestro legítimo derecho sobre este territorio. Sin embargo, las cuestiones que incluyen el concepto de soberanía no son solamente las territoriales. Los ataques con la intención evidente de depreciar nuestra moneda, el peso argentino, buscan correr los márgenes que tenemos para regular nuestra economía, achicando el campo de las decisiones, no sólo de un gobierno, sino de la totalidad del Estado. En pleno siglo XXI, la colonización también viene de la mano de las batallas culturales. Una manera unívoca y perfecta de ver el mundo no es otra cosa que una vidriera, una fantasía que intenta ocultar la complejidad de las relaciones económicas y políticas que se da entre los Estados. Esa idealización no es un fruto de la naturaleza: es una construcción de los pocos países que detentan el poder para que todo siga como está. No problematizar sobre la realidad es entregarse sin discutir, darse por vencido sin haber tenido el coraje de decir lo que se piensa.
Hay muchos al acecho, con sus intereses concretos, apostando a dividirnos. Llegó la hora de que todos los dirigentes estemos a la altura de la historia, no para acallar nuestras diferencias sino para darle forma a nuestro futuro, que se sigue construyendo cada día.
Estas fechas no se agotan en un recuerdo hueco; son una invitación a reflexionar y a actualizar en el presente el significado de los sucesos que la historia ha sembrado. Por eso, quiero pensar con ustedes el significado de "Soberanía", para que podamos evaluar desde otra perspectiva el presente histórico, el nuestro. El riesgo de las fechas es la fosilización de la ideología: y en este caso hacernos creer que sólo era posible pensar en peleas por la Soberanía en los tiempos en que Lucio Norberto Mansilla comandó la resistencia ante los ingleses y franceses. Percibir a los acontecimientos aislados nos impide ver la complejidad de la historia, porque con las civilizaciones cambian los modos y los ámbitos pero los conflictos siguen latentes o adquieren nuevas formas, a veces más silenciosas y menos evidentes que una batalla a cañonazos.
Los argentinos coincidimos en destacar el coraje de aquellos patriotas, y está muy bien tener coincidencias desde las cuales construir nuestra identidad. Pero, lamentablemente, no existe la misma perspectiva cuando los hechos son cercanos en el tiempo o, directamente, contemporáneos. Porque en otros ámbitos y con otras armas, hoy se siguen librando batallas que tienen que ver con la Soberanía.
En distintos foros internacionales todo el arco político y social coincide con el reclamo sobre la ocupación colonial de nuestras Islas Malvinas, pidiendo que se reconozca y respete nuestro legítimo derecho sobre este territorio. Sin embargo, las cuestiones que incluyen el concepto de soberanía no son solamente las territoriales. Los ataques con la intención evidente de depreciar nuestra moneda, el peso argentino, buscan correr los márgenes que tenemos para regular nuestra economía, achicando el campo de las decisiones, no sólo de un gobierno, sino de la totalidad del Estado. En pleno siglo XXI, la colonización también viene de la mano de las batallas culturales. Una manera unívoca y perfecta de ver el mundo no es otra cosa que una vidriera, una fantasía que intenta ocultar la complejidad de las relaciones económicas y políticas que se da entre los Estados. Esa idealización no es un fruto de la naturaleza: es una construcción de los pocos países que detentan el poder para que todo siga como está. No problematizar sobre la realidad es entregarse sin discutir, darse por vencido sin haber tenido el coraje de decir lo que se piensa.
Hay muchos al acecho, con sus intereses concretos, apostando a dividirnos. Llegó la hora de que todos los dirigentes estemos a la altura de la historia, no para acallar nuestras diferencias sino para darle forma a nuestro futuro, que se sigue construyendo cada día.
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