viernes, 2 de octubre de 2015

Los debates Televisivos

-Por Fabián Curotto-

Antes que nada pido disculpas por ocuparme de un tema tan menor, pero veo que adquirió un volumen mediático observable y a partir de ahí -a partír de ahí- disparó consideraciones en la opinión pública. Propusieron un debate presidencial para ser televisado, por eso mi título en esta nota. Es decir, con las reglas y 'las trampas' de lo televisivo, que siempre es espectáculo más que otra cosa. Esto lo vemos desde hace tiempo en los canales abiertos, en donde quien atropella mas en shows periodísticos termina siendo considerado como el mejor argumentador.

En cuanto a su condición de candidatos los mas interesados en asistir son los que necesitan crecer  para acercarse al primer lugar en intención de voto, acercarse al primer lugar hasta ocuparlo, en el mejor de los casos. O conseguir ser mas conocidos a nivel imagen en el interior del país. No veo ahí cual sería la gracia para el actual Gobernador de la provincia mas grande del país, que ya viene de ejercer mandato anterior en ese distrito y fué vice Presidente de la Nación, por lo cual el nivel de conocimiento sobre su persona es muy, muy alto. Además va primero cómodo en intención de votos.

Imagino el día después de tal debate. Un empleado diciendo "para mi ganó fulano", y el taxista respondiéndole, "no, para mi miraba poco a la cámara, y eso es de falso". Todo reducido a la impresión de 'ganó o perdió', como si se tratase de boxeo o de raperos. Algunos avalan que la política sea una mierda similar a lo que acabo de expresar. Para muchos la política es Proyectos y Decisiones, es herramienta de transformación, es ver como se administra Justicia Social o no.

Caigo en un detalle etario. Tengo plena conciencia cívica desde el año 1983, y no recuerdo que nuestra democracia haya hecho tanto eje en la importancia o no de un debate televisivo. Sé que Alfonsín fue Presidente, pero no porque se vistió mejor que Luder en un imaginario debate moderado por Bernardo Neustadt. No fue reelecto Menem en 1995 por hablar mejor que Bordón. Ni Cristina Kirchner fue dos veces Presidenta por anunciar de modo mas simpático una tanda publicitaria.

Nuestra tradición electoral no tiene que ver -y espero que nunca tenga que ver- con como maquilló un asesor de imagen a tal o cual candidato para cuando se encienden las cámaras, o cómo le acomodó la corbata. ¿O tratan de hacerme entender que tiene mas merecido ser Presidente el que mejor se mueva ante las cámaras, o el que sea mas 'pícaro' a la hora de responder y hacer subir el minuto a minuto? Pretendemos elegir Presidente con capacidad de conducción política, y no un mediático que tenga pasta para ser conductor televisivo.

Agrego que la tradición de debates televisados es muy yanki, muy norteamericana... ¿será por eso que a algunos les resulta tan vital instaurarla? Casi que prefiero no saberlo. 

Daniel Scioli afirmó que "la gente sabe muy bien" qué es lo que él piensa y aseguró que "el tema no es quién se pelea más o mejor" sino "las posiciones y las políticas que sostiene cada uno". Y si de repente Scioli decidiese ir a ese show, en donde es mas importante un asesor de imagen que una línea ideológica, seguiría siendo un tema menor, al menos para quienes entendemos que la Política es una cosa realmente importante, no mensurable a través de guiños y sonrisitas a cámara. Doy un ejemplo: Argentina no hizo prevalecer hasta lograr el contundente apoyo a su posición ante los Fondos Biutre en la ONU con un buen iluminador y maquillaje; lo hizo con Política.

Todo el tiempo algunos ofrecen -desde los medios- cosas superfluas como si se tratase de cosas importantes, espejitos de colores simulando ser joyas. Tratan de vender chucherías carentes de valor concreto y algunos abombados terminan comprando como mercancía indispensable lo que es mero negocio de otros. Negocio para otros que casi siempre son unos pocos. Las mayorías populares necesitan respuestas reales a sus necesidades para estar mejor, no la opinión de Longobardi ni la de Leuco sobre si nuestros candidatos deben plantarse como Bush o como Obama en un set televisivo.



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