viernes, 17 de septiembre de 2010

El antiperonismo y sus consecuencias históricas

Por Fabián Curotto

Cuando se hablaba de los últimos sesenta y cinco años de la política argentina las posturas solían enrolarse, a grandes rasgos, entre peronistas y antiperonistas. Ahora muchos socialistas y hasta comunistas (sabemos que no todos) que en su momento se enrolaban “a priori” entre las huestes contrarias al primer peronismo, han hecho un revisionismo del rol social transformador del movimiento obrero argentino, ese que respondía a Perón, y han sabido revalorizar y redimensionar la importancia histórica de aquellos trabajadores concientes de su protagonismo como también de las políticas de estado generadas en aquel momento por quien estaba al frente del gobierno. Incluso sin adherir ni de lejos el ideario del Perón líder, como tampoco Perón adhería ni por lejos al comunismo, aunque si a determinados aspectos del marxismo, reconocen su impronta transformadora y su perfil social y popular. Empiezan a percibirlo como lo fue: la daga que hasta el día de hoy más lastimó en su ego y en concreto a la oligarquía vernácula y a sus mezquinos intereses de clase. Y redimensionan también al filo de esa daga, la compañera Evita. Llegan a ese reconocimiento al releer la historia de lo que vino después y, supongo que en muchos casos, al ver como atacan al actual gobierno nacional y popular los mismos  intereses hegemónicos, las mismas corporaciones pro capitalismo foráneo que voltearon a Perón y a la esperanza de una patria obrera en el ’55. Luego de éste acercamiento vuelven a tomar distancia, lo cual es válido y entendible, pues hasta por estrategia de construcción propia necesitan hacerlo.
Antes de 1945 la disyuntiva era animada por el pensamiento nacional contra el de los conservadores, teniendo a Yrigoyen como representante nominal una buena porción de los primeros y a algún idealizado presidente anglosajón los segundos. Pero volvamos a nuestros últimos sesenta y cinco años, lapso que tiene como puntapié inicial al peronismo: ese “hecho maldito” para la oligarquía argentina y para los burgueses apátridas o con identificación de clase.
Se dice que nuestro país pudo haber avanzado muchísimo más de lo que lo hizo, por lo que potencialmente posee, por esa riqueza la mayoría de las veces latente en su geografía y en sus habitantes. Y se agrega que tanto el peronismo como el antiperonismo han sido incapaces de hacer crecer a nuestro pueblo y de posicionar al país como un buen ejemplo ante otras naciones. Esto es, cuanto menos, una distorsión alevosa. Diría directamente que es una falacia funcional a lo que conocemos como “gorilismo”, sin duda alguna. Pues de esas seis décadas solamente un puñado de años contaron con verdaderos representantes del peronismo en el poder. Primero vamos de 1945 a 1955, con el propio Perón al frente. En lo que respecta a ésta etapa fundacional no voy a detenerme en los detalles de la construcción de estructura política que sostuvo al gobierno por aquellos años, sólo marcaré que entre los que acompañaron, además del grueso de los trabajadores, había socialistas con responsabilidades gremiales, referentes del Yrigoyenismo, intelectuales en sintonía con el pensamiento nacional y esa parte del empresariado que veía con satisfacción aquello de “Industria Argentina”, entre otros. Recordemos que hablamos sólo de algunos socialistas, pues a los dirigentes de ese partido no le molestaban para nada las injerencias de la embajada norteamericana en cuestiones económicas y en las elecciones de 1946, apoyando a la Unión Democrática, no sacaron votos ni para meter un solo diputado nacional. Ese socialismo “pro embajador yanki” sólo podía entretenerse en la confección de volantes distribuidos casi exclusivamente entre los afiliados y tenían una clara posición: “el peronismo era nazifascismo”, todo esto ante la risa de los trabajadores que seguían obteniendo conquistas laborales y reivindicación de derechos reclamados desde siempre. Cuento una anécdota personal; mi abuelo, nacido en 1903, que había sido hasta ese momento socialista, se pasó corriendo al peronismo, un poco por la vergüenza que le causaba esa lectura infantil que hacia cierto sector del socialismo del proceso histórico que estaba viviendo nuestra patria, aun con sus contradicciones.
Ésta etapa se vio interrumpida del peor modo en 1955, con la irrupción en el escenario de la “Revolución Fusiladora”. Cómplices de los que bombardearon la Plaza de Mayo y fusilaron civiles y militares leales a Perón fueron políticos opositores que no conseguían torcer la voluntad de los votantes, pues en lugar de elaborar propuestas de gobierno superadoras se empeñaban en generar intrigas en complicidad con la cúpula eclesiastica y grupos identificados con el poder económico reaccionario… en fin, nada nuevo bajo el sol.
Hubo luego de éste golpe que exilió a Peron, periodos dictatoriales y algunos democráticos, pero en todos los casos la proscripción del peronismo era el denominador común.
El segundo periodo con identidad peronista se inicia con el gobierno de Campora, recién en 1973. Héctor Campora estuvo solamente 49 días al frente del ejecutivo. Se vieron en esos días claras intenciones de retornar a los lineamientos económicos de los anteriores gobiernos de Perón, con una política nacionalista, con rol activo en regulaciones desde el estado y también en lo referido a distribución de la riqueza. Al mismo tiempo se retomaron relaciones diplomáticas con Cuba y se designó al frente de la UBA a un marxista. Los jóvenes que habían venido hablando de “la patria socialista construida desde el peronismo" se entusiasmaron… pero para el nefasto e influyente José Lopez Rega, cabeza identificable de la derecha del PJ, fue demasiado. Los de Campora fueron anuncios y esbozos, pues la peor derecha del partido aprovechó los hechos de Ezeiza para convencer con sus operaciones al ya anciano Perón de bajarle el pulgar al nuevo gobierno. A los amigos de Lopez Rega les gustaba reflotar con intencionalidad aquél cántico que rezaba “ni yankis ni marxistas… Peronistas!”, pero en realidad sólo estaban interesados en eliminar marxistas, pues los yankis nunca parecieron molestarles demasiado. Con la renuncia de Campora y la convocatoria a elecciones comienza la cuenta regresiva para la vuelta de Perón al gobierno. Gana las elecciones con más del 60% de los votos y asume el 12 de octubre de 1973 la presidencia.
De éste periodo, que terminará siendo corto, se recuerda en lo económico ese mantenimiento de rumbo, con el Pacto Social entre trabajadores, empresarios y el estado como proa, y con la intención mejorar la distribución y la inversión. Aumentar el nivel de demanda y disminuir el proceso inflacionario eran otras de las consignas.
La militancia mantenía, mas allá de algunas discusiones, buena espectativa en lo económico, pero la lucha política intestina ya causaba estragos. Perón murió el 1º de julio de 1974. Lo sucedió su esposa, la más que mediocre Isabelita, marioneta claramente funcional a los intereses del antiperonismo.
Luego los años de la genocida dictadura civico-militar que aplicó a fondo todo lo que dictaba lo mas salvaje del capitalismo, con ese neoliberalismo que deteriora intencionalmente todo tejido social cercano al pueblo; una pobreza diseñada.

El retorno de la democracia, en 1983, se da con el triunfo de la Unión Cívica Radical. Sucedió a ésta fuerza en el poder, tras el triunfo electoral acontecido en 1989, un candidato que tuvo en sus boletas el sello del Partido Justicialista, partido que siguió llevando a la gobernación y a otros cargos a varios cuadros comprometidos con los ideales de nuestras filas. De todas maneras, creo que está mas que claro, el tema que nos ocupa es "el peronismo" y no "el pejotismo". La identidad peronista trasciende notablemente al partido, pues un partido es una estructura, y como toda estructura puede en algún momento llenarse o vaciarse de contenidos. En cambio la identidad es algo que indisolublemente está ligado al ser.
Volviendo a esa elección de 1989, a nivel presidencial ganó ese candidato que resultó ser un siervo del Consenso de Washington, un traidor a nuestras bases que se dedicó a ser sistemáticamente antiperonista, designando ministros provenientes de la Unión de Centro Democrático en varias carteras, y proponiendo sin remordimientos al neoliberalismo como respuesta económica. La industria nacional, que doctrinariamente impulsó Perón, terminó de ser desmantelada. El indulto a los genocidas que tanto daño habian causado al pueblo todo, y masacrado con calculado énfasis a compañeros de nuestras filas, fue vergonzoso, pues fue una negación por decreto del valor de la lucha y del sacrificio de tantos. Por lo cual seguimos viendo que el peronismo bien entendido sigue sin sumar “kilometraje” en éste recuento de años que estamos haciendo.

Gobierno de la Alianza en 1999, con un radical al frente, fue lo que sucedió a esos años. A consecuencia del mantenimiento de las politicas económicas recien mencionadas la economía explotó en una crisis económica y social, como era previsible y, provocando la renuncia de De la Rua, asistimos a un desfile de presidentes provisionales que duraron días, o incluso horas. Luego de ésta vertiginosa sucesión de figuritas llegó Eduardo Duhalde, por decisión del poder legislativo. Saben los que me conocen que hoy en dia considero que Duhalde está haciendo antiperonismo como estrategia para posicionarse políticamente. Teje alianzas con entidades y personajes que durante años maltrataron de todas formas al pueblo trabajador. Pero al estar hablando de sucesos históricos relacionados con el peronismo en la presidencia, paso a contarlo como un peronista gobernando. No arbitrariamente, sino por haber dado desde el mando del estado algunas señales, tal vez insuficientes, pero en un contexto muy complejo, de una voluntad de irse alejando del peor neoliberalismo. Luego de ese breve lapso de gobierno que comenzó en 2002, lo sucede Néstor Kirchner, quien gobernó entre 2003 y 2007.
Finalizado el periodo de Kirchner asume quien triunfó en la elección presidencial, su esposa Cristina Fernández, quien está al frente del ejecutivo hasta la actualidad.
De más está decir que tanto al gobierno de Néstor Kirchner como al de Cristina Fernández alrededor de veinte millones de argentinos los consideramos como los periodos gubernamentales más exitosos desde 1955 a ésta parte, y no sólo por simpatía ideológica, sino por irrefutables resultados, y por ver que la esencia del verdadero peronismo, el que denominamos nacional y popular, está presente en todo momento. Lo vemos en las medidas económicas, en lo relacionado con políticas de derechos humanos y en muchísimos otros aspectos.

Cierro entonces con la siguiente conclusión: en más de seis décadas menos de 20 años tuvieron que ver con gobiernos de identidad peronista. Y, vaya casualidad, la mayor parte de ese puñado de años fueron de crecimiento y obtención de derechos para los trabajadores. Endilgarle responsabilidad histórica al peronismo cuando se habla de estancamiento o retroceso económico es no haber leído, siquiera por arriba, la historia de nuestro país… y jugar, conciente o inconcientemente, a favor de intereses corporativos fácilmente identificables. Por nuestra parte estaremos atentos a que la antipatria no vuelva a jugar en contra de nuestro destino. Ya basta de escribir nuestra historia con la sangre de nuestro pueblo y con las lágrimas de su dolor. Queremos de ahora en mas escribirla con el sudor que genera el trabajo digno y, si hay lágrimas, que sean fruto de la emoción experimentada ante la posibilidad concreta de un futuro mejor.


Buenos Aires, 17 de septiembre de 2010.

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