Por Alicia Kirchner.
Un nuevo modelo de país debe ser capaz, entre otros desafíos, de derrumbar mitos del modelo anterior. Sobre todo aquellos que sirvieron a los intereses más concentrados de la economía y que nos hicieran dependientes. Liberación o dependencia, tienen su resignificación actual, en la construcción política que busca un modelo de país inclusivo con justicia social, pero con democracia real y no formal.
Uno de esos mitos es aquel que indica que la custodia de la libertad de expresión y de prensa, la tienen los medios de comunicación, cualquiera fuera la tecnología utilizada en el tiempo. Más que la información, ¡lo que vale es el medio!
Pero el hombre es el promotor de la comunicación, porque la comunicación está íntimamente ligada a la conciencia y a la libertad, de lo que deviene la libertad de pensamiento, de expresión, de opinión y de crítica. Es posible que por eso, hoy con mayor frecuencia se interpele y hasta se cuestione a los medios de comunicación social, que no están exentos de la manipulación y de la irresponsabilidad, además de perfilar una creciente mediocridad, basada en una información pasatista, individualista, sin contenido y no comprometida con los valores y principios de la comunicación humana. Pero sobre todo no comprometida con la verdad, la justicia, los derechos humanos, la paz y la libertad del hombre y de todos los hombres.
Cada vez más, muchas veces sucede que la libertad de prensa en el mundo es una máscara que esconde la cara de la liberal empresa. Y hay empresas donde lo primordial es sólo el negocio, dejando la información y la comunicación de estar al servicio del bien común, para convertirse en una simple mercancía.
No se puede obviar que la irrupción del modelo neoliberal comprometió mucho más a la comunicación social y a los propios medios de comunicación, porque el sistema tiene políticas bien definidas y es desde allí que se pueden provocar y proyectar patrones socio-culturales capaces de internalizar el modelo, aún a pesar de la perversidad e injusticia que conlleva.
En la Argentina, las empresas de la comunicación, cada vez más concentradas, fueron el hilo conductor de un proceso de desmovilización política, mental y cultural, que produjo en algunas situaciones la incapacidad de pensar y evaluar con sentido crítico la realidad. Realidad que no pocas veces aparece distorsionada, por los medios, lo que compromete seriamente la libertad y la dignidad del hombre.
Resulta una falacia seguir sosteniendo que la libertad se ejerce, cambiando de canal, de emisora y de medio escrito. En el marco de la globalización, el neoliberalismo se propuso modelar “una nueva sociedad”, poniendo el acento en la aplicación de la ciencia y la tecnología al servicio de la formación de la opinión pública. No es que otras vertientes ideológicas no lo hayan intentado, pero ha sido el capitalismo el que ha tenido la visión más pragmática en busca de la dominación.
Por eso, la comunicación social debe debatirse sin temor al chantaje de quienes sostienen que hacerlo es coartarla o restringirla. Si los medios de comunicación social y sus propietarios, que sólo entienden el pluralismo como un proceso de marketing, no se ponen al servicio de la verdad, de la justicia, de los derechos humanos, seguiremos teniendo una comunicación social tan mediocre y engañosa como que la que tenemos.
A pesar de las múltiples interpretaciones surgidas de concepciones meramente mercantilistas, la información no es una simple mercancía y la función de informar no es un negocio cualquiera. Se trata de un derecho y de una función social eminente, que debe estar dirigida a la concientización de la sociedad para asegurar la compleja comprensión de los procesos económicos y políticos; sus conflictos inherentes en los niveles nacional e internacional, y su capacitación para participar en los procesos de toma de decisiones, que de otra manera aparecerían concentrados.
Si se lo quiere ver como una mercancía, hay que dejar de lado el mito de la libertad de prensa. Como les dijera la presidenta, Cristina Fernández, a los empresarios periodísticos "una de las condiciones básicas para darle competitividad a la economía y para garantizar la seguridad jurídica es que las actividades no sean monopólicas"y "ya que nos gusta hablar de libre mercado, hablemos en serio de lo que es libre competencia en insumos y anunciantes de diarios".
A lo que hay que apostar es la libertad de información y comunicación que es un derecho del pueblo y no de unos pocos empresarios, cuyos emprendimientos hace rato dejaron de ser un servicio para convertirse en negocios y canales de acceso a cuotas de poder desde el mensaje comunicacional. Se dice que quien controla la comunicación controla el poder, pero es bueno advertir que ese poder que da la información y la comunicación puede servir tanto para la liberación como para la dependencia. La Argentina es prueba de ello, tanto durante las dictaduras como en las democracias.
La presidenta Fernández desnuda esta realidad, al señalar que “asistimos a actos que nunca habíamos podido imaginar que podían realizarse y lo hicimos con alegría otorgando mayores derechos, ampliando derechos a las minorías, reconociendo la diversidad en este proyecto que es plural. Nunca, yo les puedo asegurar que nunca, hubo la libertad que hoy se vive en nuestro país, libertad de prensa para decir lo que se le dé la gana a cualquiera y bienvenida que así sea, libertad para expresarse. Y junto a eso, junto al derecho a la libertad, el derecho a la igualdad que se construye todos los días y en todos los campos, pero que requiere de instrumentos que hemos venido puntualmente enarbolando en todas las políticas desde el año 2003.”
Lo que no debería existir es aquella libertad que instalaron posturas ideológicas y políticas destituyentes y por eso hay que defender a la información y comunicación de lo real y verdadero, incluso hasta de los propios empresarios de la comunicación, porque bueno es reiterarlo, es un derecho del pueblo.
20 de septiembre de 2010.
lunes, 20 de septiembre de 2010
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