- Por Fabián Curotto -
Que yo me exprese satisfactoriamente sobre los mensajes del Papa Francisco (o Jorge Bergoglio, antes que me lo marquen) puede tener un valor bastante parecido a cero, aunque cada voluntad suma. Pero en estos momentos de trascendencia histórica -irrelevante sólo para quienes están distraídos o quienes se resisten deliberadamente, por alguna oscura razón o por determinada atrofia emocional, a tomar partido por el sector que los necesita aportando su apoyo a la posibilidad de construir y consolidar una "hora de los pueblos" frente a un sistema global injusto- reitero, en estos momentos de trascendencia hay voces interesantísimas que comienzan a confluir desde distintos sectores y de un modo auspicioso en beneficio de los mas débiles, de los postergados de siempre.
Atilio Borón es marxista y no recuerdo haber encontrado una veta católica en sus escritos o en las ocasiones que pude escucharlo personalmente; Francisco es peronista y católico. Ambos, sin importar las diferencias que acabo de mencionar, encierran un profundo humanismo y sensibilidad en sus deseos para con el futuro del mundo y "juegan del lado correcto" en lo que nos interesa, en lo trascendente. Borón rescata eso en lo que sigue, que ya desde el título demuestra un optimismo que aparece ampliamente fundamentado en su breve pero clarísimo texto.
IMPRESIONANTE DISCURSO DE FRANCISCO EN SANTA CRUZ DE LA SIERRA.
Tenía razón Rafael Correa cuando dijo que estamos viviendo un "cambio de época y no tan sólo una época de cambios." Porque, ¿quién podría haber imaginado que un Papa pronunciara un discurso como el que Francisco dijo hace apenas unas horas en el Encuentro de Movimientos Sociales que tuvo lugar en Santa Cruz de la Sierra? Toda la teología de la liberación y gran parte del argumento crítico del marxismo latinoamericano sobrevolaba en ese recinto mientras Francisco hacía uso de la palabra. Denuncias contra los monopolios, contra los medios hegemónicos, contra las grandes potencias, contra la depredación capitalista, contra "esos tratados que se llaman de libre comercio", el perdón de la Iglesia por los crímenes cometidos contra los pueblos originarios, etcétera, etcétera, etcétera. Nunca pensé que escucharía algo así de boca del Obispo de Roma. Reconozco que cuando Frei Beto me anticipó que algo así ocurriría no le creí, pensé que lo traicionaba su fe. Tampoco le creía a Leonardo Boff. Me equivoqué, y lo admito con inmensa alegría. Porque esa intervención del Papa en Santa Cruz es una gran noticia, dado que fortalece la postura de quienes combatimos no sólo al neoliberalismo sino también el capitalismo. Nos refuerza en la gran batalla de ideas en que estamos empeñados. Francisco dijo que el sistema está desahuciado: "ha llegado el momento de un cambio" ante un "sistema que ya no se aguanta. Queremos un cambio, un cambio real, un cambio de estructuras. Este sistema ya no se aguanta, no lo aguantan los campesinos, no lo aguantan los trabajadores, no lo aguantan las comunidades, no lo aguantan los pueblos. Y tampoco lo aguanta la Tierra, la hermana madre tierra como decía San Francisco". Tiene razón: no lo aguanta el 95 por ciento de la población mundial y es hora de cambiarlo.Con su prédica se ha ganado la mortal enemistad de los capitalistas de todo el mundo. Por algo termina cada una de sus intervenciones públicas pidiéndole a su audiencia que recen por él. Seguro que sabe por qué lo está diciendo.
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